Previous Page  151 / 154 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 151 / 154 Next Page
Page Background

continuo alrededor de la pared. Al sentarse

y elevar la mirada uno se encuentra un

disco de luz

, un óculo abierto al cielo. En

el suelo se sitúa un círculo de mármol

blanco alineado con el

ojo de la bóveda

,

estableciendo un vínculo entre la tierra y el

cielo, conectándose el espacio interior y el

exterior.

El resultado de la experiencia es un

visionado de tres cielos –si bien son el

mismo–: el que está en el interior de la

stupa

, el que se percibe desde la sala

piramidal y el inmenso telón azul del cielo

que permanece en el exterior. Se trata de

tres momentos, tres lugares con referencias

al cielo que además exponen cualidades

distintas de su color y su transparencia.

Tres cielos que tienen la luz por materia

prima y, por tanto, cada día se renueva

ofreciendo siempre una experiencia distinta.

Pero la cosa va a más. Cuando la

secuencia lumínica

se inicia en el interior de

la

stupa

–tuve la suerte de presenciar este

fenómeno en dos ocasiones de la mano

de Mónica Jiménez Fernández y María

Cristina Sánchez Nieto– uno comienza

a cuestionarse todo lo percibido: el cielo

exterior vislumbrado a través del óculo

empieza a teñirse de naranjas, verdes,

violetas, magentas, amarillos…, al tiempo

que su densidad aumenta y parece

introducirse en el espacio habitado de la

stupa

. Las plegarias budistas se convierten

ahora en un silencio colectivo prolongado

a través del tiempo. Se trata, dice Turrell,

148 149