Y me interesa lo humano como parte de la
materia de la que proviene y en la que se
transforma, más allá de la experiencia del
hombre como ser social, que cada vez me
da más pereza. Mi interés con los cuerpos,
en ese sentido, tiene más que ver con el
calor o la luminosidad que desprenden,
con su ritmo interno, con su plasticidad,
con su capacidad de transformación,
con su vibración, con su musicalidad,
con su tensión, con su temperatura…en
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un vínculo efectivo entre arte y vida que
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otra condición que no sea esa existencia
material.
El arte, creo, es un impulso muy primario
que responde a una motivación intrínseca
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aquello que nos conmueve.
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pero realmente cuando hablas de cuerpos
lo haces desde su carnosidad. Una
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como aquel instrumento a través del cual
el ser interactúa e interioriza el mundo,
para compartirlo luego, bajo un complejo
registro simbólico, con el resto de sujetos
que conforman su comunidad. “Es la vía de
apertura al mundo”, aquel lugar cambiante
que se metamorfosea, como dice Le
Breton, “en imágenes, en sonidos, en
olores, en texturas, el colores, en paisajes,
etc.”. Hablamos de cuerpos humanos. De
identidades corporales. Creo que se trata
más de ese cuerpo nancyano compuesto