las obras. Creo que vivimos una época con
un exceso de discursos. Y me acuerdo
constantemente de Ángel González García,
de quien tanto aprendí, que decía que
hablamos del arte para no hablar de aquello
que el arte habla.
Vivimos en un tiempo del exceso, en
todos los sentidos. Si bien creo que
los discursos son, y serán, necesarios,
actúan, como decía antes, a modo de
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postexperienciales. Está claro que la obra
hay que vivirla. Y para ello es necesario
el cuerpo, experimentar individual o
colectivamente a través de los sentidos.
Hace poco participaba en un ciclo de
conferencias en el MUSAC, donde
Fernando Castro Flórez señalaba la
importancia
del caminar como obra de arte
.
Dices que añoras los paseos introspectivos
y la contemplación silenciosa, y quizás
sea el momento clave de volver a ellos
en esta era nuestra en la que la urgencia
impera en todo. El arte necesita de un
tempo
, no es inmediato, insta a detenerse
y a recorrerlo. Precisamente tú que te
manejas en
lo oriental
, sucede esto mismo
al adentrarnos en los
karensansui
, ese
lugar idóneo en el que el ser y el mundo
se encuentran y se reconcilian. Jardines
secos de contemplación, inaccesibles al
cuerpo –desde un punto de vista carnal–,
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la mirada, aprehensibles en un tiempo
expandido a través del cual se incorpora al
entorno y al espectador como elementos
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