In memoriam de tu gran alma de artista: Teresa Sarto

INMEMORIAM DE TU GRAN ALMA DE ARTISTA 98 CAPÍTULO 2 Maite con motivo de los 25 años de la creación del centro. Consistió en la realización de una placa dedicada a Torrente Ballester, antiguo docente del centro, que fue fundida en bronce, colocada a la entrada del centro y descubierta públicamente en un acto solemne y modesto a la vez con la presencia de numerosos familiares del homenajeado y de diversas autoridades académicas. Allí se recogieron aportaciones de distintos alumnos, aunque la organización final fue llevada a cabo por Maite y Eusebio. Muchos alumnos descubrieron con Maite su vocación artística aumentando el número de alumnos interesados en estudiar bellas artes. Algo parecido se daba en la relación con los padres y madres de alumnos. A veces acudían preocupados con el hecho de que el rendimiento escolar de sus hijos no fuera satisfactorio para ellos, o con algún problema de convivencia entre compañeros o con algún profesor. Maite, con una palabra ingeniosa, quitaba hierro a la situación, reconducía el asunto a sus dimensiones correctas, conseguía tranquilizar a los afectados y proponía siempre soluciones optimistas. También en esta faceta mostraba ese estilo que al mismo tiempo aludía a los temas, ya que no se podían obviar, y que eludía los aspectos más desagradables de los asuntos. Similar era la actitud que tenía con los compañeros, especialmente en las sesiones de evaluación y en las reuniones de claustro; cuando aparecía algún tema conflictivo o desagradable, Maite echaba mano de su buen humor, de su ingenio, y conseguía reconducir el tema a unos términos razonables, ridiculizando sin acritud los aspectos de fatuidad o de exageración en estos asuntos. Eran legendarias estas actuaciones de Maite presididas por la chispa, el ingenio y la voluntad pacificadora. En su producción artística aparece a menudo este mismo estilo. Detrás de los trajes de torero, o de los bodegones más o menos ambientados en épocas pasadas, o de las muñecas descoyuntadas, y a menudo situadas en ambientes desvencijados, se puede captar una ausencia que alude a la nostalgia y a la ternura. Los bodegones evocan otras épocas ya pasadas y probablemente otras gentes también pasadas. Los trajes de torero, sin cuerpos dentro, también evocan la ausencia de los toreros. ¿Heridos, muertos, fracasados? Las muñecas, pintadas a veces con un detallismo que casi hace que el espectador las confunda con niños, evocan inmediatamente el sufrimiento, el dolor de los niños, o la pérdida irrecuperable de la infancia. La nostalgia y la ternura son indirectas. De nuevo se alude sin concretar demasiado el tema, o los temas, pero se eluden los aspectos más duros o tristes al escamotear la presencia de niños, que sería lo más duro o sensiblero con lo cual se realza por contraste la ausencia del cuerpo infantil. Esta ausencia potencia en mi opinión el sentimiento. Maite afrontó la enfermedad y el fallecimiento con el mismo estilo: si había que hablar de la enfermedad, hablaba, pero siempre evitaba el patetismo e introducía alguna nota de humor para «hacer algunas risas». De vez en cuando la encontrábamos al ir o volver de alguna prueba médica; nunca dejó de mostrarse ingeniosa y esperanzada. Cerca de las vacaciones navideñas del pasado año oímos en la sala de exposiciones de Santo Domingo una risa inconfundible. La reconocimos enseguida. Iba a ir de vacaciones con sus hijos y nietos. Ningún síntoma de desánimo, siempre dispuesta a la pelea. Tres o cuatro meses después falleció. Parece ser que un día o dos antes estuvo bailando en la habitación de enferma. Agotada pero vivaz. Maite, como el poético Platero de Juan Ramón era suave y blanda por fuera, como si no tuviera huesos, pero dentro tenía acero. Maite reposa en Vidiago y no donde habite el olvido, sino donde habita el recuerdo de quienes la conocimos y la quisimos.

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