In memoriam de tu gran alma de artista: Teresa Sarto

TERESA SARTO 89 EPISTOLARIO que suman las líneas de todos sus cuadros también traza su autorretrato secreto, elegantemente invisible. En la luz de sus cuadros está la luz de su persona, su alegría risueña, su sentido del humor, su dulzura escondida, sus toneladas de melancolía. En todo artista, por creativo, hay un impulso generoso que debemos reconocer. Yo dejo constancia aquí de esa generosidad de Teresa Sarto, de Maite, de la pintora y de la persona, que son indistinguibles para siempre como lo eran en su paso por el mundo. Voy a decirlo de una manera sencilla. No recuerdo ni una sola vez en la que, después de conversar con ella, no volviera a mis cosas mejor de lo que estaba. Esa cualidad misteriosa se guarda para siempre en su pintura, presta a renacer cada vez que la miramos, como un don —porque el talento es un don y Teresa Sarto lo tuvo, sin hacer alarde de ello— y como una formación y una práctica cotidiana, y eso es el arte también. He reivindicado el humanismo contemporáneo de su pintura —figurativa, pulcra, idealista—. Es humanista porque después de mirar, de contemplar, de ver sus cuadros, nos inquietamos, meditamos, y al fin nos sentimos serenos y encendidos, luminosos, mejores. Así es.

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