In memoriam de tu gran alma de artista: Teresa Sarto

TERESA SARTO 67 Buscaba pruebas dibujadas por ti, para intentar establecer con ellas algún criterio de organización con el que pudiera reflejarte, en algún otro nuevo aspecto, añadido a tus innumerables cualidades, y que, preferiblemente, hubiera podido pasar inadvertido incluso a los ojos que permanecen más despiertos, por estar en ese instante ausentes de esta parte oculta de tu obra. Buscaba algo que me ayudase a reflejarte tal y como yo te veo, como sé que eres —me cuesta decir «como has sido»—. Pero me sobresaltó entonces la nebulosa idea de estar frente a un inalcanzable. Y aunque puse en ello todo mi interés, paralelamente intuí esta intención imposible de explicar, tan siquiera con el apoyo de las más elocuentes palabras que pudieran esconderse detrás de cada imagen. Cuando este nivel de certeza me alcanzó, percibí íntima e instantáneamente que, como mucho, llegaría hasta el punto de poder recrearte otra vez, o recrearme en ti, seguramente, pues tampoco yo he podido escapar, como cualquier amante que haya percibido las más poderosas sensaciones de su persona querida, a la subjetividad de la idea sobre cómo fuiste —cómo has sido—, aun ahora, cuando en los ojos más hermosos yo sigo viendo tus ojos, únicos, chispeantes, provocativos, cristalinos, repletos de misterio y de intimidad. Porque aún son para mí la maravilla que más me seduce y admiro, mientras entiendo que cada uno de nuestros amigos, tiene ya de ti su imagen hecha, distinta a la mía, nacida desde sus propias experiencias compartidas contigo. Trato ahora, implacablemente, de situar mi punto de referencia en cada día que pasa, cuando conversamos sin palabras en el intento imperfecto de armonizar mejor tu ausencia, o el sosiego que presiento roto para siempre. Cada día, vuelvo a resistirme a encontrarte únicamente donde ya solo puedo hacerlo: en el vínculo intangible de nuestros sentimientos compartidos, vividos, exquisitamente acicalados, casi siempre por ti, cuando no teníamos que ocuparnos de ellos, porque siempre los vivimos, intencionadamente, como si fueran eternos. Imagino entonces, sentir la misma desdicha que el opulento soberano en pasiones siente, cuando habiendo tenido todo lo que precisa a su alcance, cuando hasta exhausto de vivir, disfruta, ajeno a cualquier otra existencia que no sea la suya, que algunas veces se manifiesta más moderado, pero despilfarra siempre energía a raudales, cuando quiere, tal vez porque puede, creyendo inagotables sus poderes invisibles y de pronto, ¡amanece un día vacío donde todo ha cambiado de lugar! Donde nada es lo que era porque todo perdió su sentido. Donde solo me quedas tu y ya no estás, ¡amor mío! Nunca quisimos hacer frente a cualquier realidad vital de otro modo distinto al que habíamos elegido, porque nuestros estados de ánimo, espacio común de sentimiento, fueron una parte esencial para nuestro modo de vivir. Ahora, me resisto cada día a no verte, a no tocarte, a no tenerte cerca, para, egoístamente, descansar noche tras noche en un silencio amable CALEIDOSCOPIO

RkJQdWJsaXNoZXIy MjM4MTQz