In memoriam de tu gran alma de artista: Teresa Sarto

TERESA SARTO 55 Volviendo a preguntar a los niños, solo me dicen con los ojos cristalinos que la querían mucho, ¡que lo ponga, por favor! Y Pepe el mayor, después de tragar saliva e intentar no romper a llorar me dice: «Mamá, lo más importante de la abuela era su ACTITUD». Y eso es lo que realmente la ha hecho diferente, su actitud ante la vida que nos ha ido trasladando a todos los que estábamos a su alrededor y que, personalmente, pienso que en estos 10 últimos años ha ido in crescendo. En su último mes me decía: «Zipi, yo me como el mundo si no fuera por este puñetero cáncer» (agarrada a mi brazo porque el dolor de espalda la mataba, pero se comía el mundo y así lo hizo y así nos ha enseñado a vivir a sus hijos, nietos y todos lo que estábamos cerquita de ella. Era divertida, positiva, generosa, luchadora, trabajadora, cabezona como buena mañica y eso es lo que nos hace ahora a todos tirar para adelante. Su manera de vivir es lo que nos ha quedado, de pelear por lo que uno quiere, de trabajar duro como ha hecho ella toda la vida y de no rendirnos ante nada. Yo creo que no he conocido a nadie que disfrute tanto a través de los demás: «Mándame fotos y disfruta muchísimo», se lo decía a todo el mundo. Luego te preguntaba pelos y señales de todo lo que habías hecho, qué habías comido, el tiempo, cómo estaba la nieve., y era feliz con que lo hubieras pasado tan bien, aunque ella estuviera mirando por la ventana del hospital durante todos esos días. Ella siempre decía: «La gente me dice que lucho contra el cáncer, qué cosa más cursi, ¡yo vivo! », y así ha sido, ella ha vivido la vida exprimiendo cada día. «¿Qué hacemos hoy Zipi?», me decía cada día. La verdad que es una suerte lo que yo he podido vivir con ella, esa relación de complicidad, de ser amigas, hermanas gemelas, de mirarnos y entendernos, de no llamarnos y saber las dos que es por algo. «Ya sabía yo que pasaba algo», me decía, porque era muy bruja. Lo nuestro era algo muy especial. Su actitud ha sido siempre de pelear, pelear y pelear y no quejarse nunca (esto era algo exagerado), siempre preocupada por los demás, estaba destrozada por la quimio y preocupada del catarro de Marisol o por mi dolor de espalda por dormir con ella en el hospital, o de Pepo, que estará cansado de su viaje de Perú. Siempre sacando lo positivo de cualquier situación, aún recuerdo las risas con Marisol esos últimos días en el hospital con las situaciones más escabrosas que se pueda imaginar. Eusebio nos miraba con cara de preocupación, porque la cosa era grave, y mamá le quitaba importancia a todo, lo hacía chiste y se lo contaba a las visitas. Nada dramática, por eso me reñiría si lee que escribo estas líneas dando penica. «Anda, anda, Zipi, por favor, qué vergüenza», me diría, ella siempre decía que era una afortunada por la vida que había tenido, que lo del cáncer era mala suerte pero que todo lo demás «una maravilla». Espero que al menos estas líneas sirvan para «tus niños» (tus nietos), para cuando sean mayores, cuando lean que, como dice Pepe, esa actitud ante la vida era lo que a la abuela la hizo tan mágica. Mamá, has sido un ejemplo y esa fuerza nos la has transmitido y es la que ahora me está ayudando a lo más difícil, maña, vivir sin ti. Te quiero. Zipi CALEIDOSCOPIO

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