In memoriam de tu gran alma de artista: Teresa Sarto

INMEMORIAM DE TU GRAN ALMA DE ARTISTA 44 CAPÍTULO I y las aulas muy luminosas; de mayor he vuelto a visitarlo y he comprobado que era un edificio neogótico del xix, que ahora mismo pertenece a la Generalitat, debe de ser algo oficial. Me acuerdo de que nos mandaban deberes y que había que hacerlo todo muy limpito y muy bien, y mi hermana Maite y yo lo hacíamos todo juntas y luego nos premiaban con bandas de colores al final de curso. El uniforme era muy bonito. Íbamos vestidas de marineras, con faldas de tablas y la marinera igual que los niños que hacen la primera comunión, y además un sombrerito de ala vuelta. CONMIS PADRES En esa época, cuando los sábados o los domingos mi padre no trabajaba, nos llevaban a pasear y nos sentábamos con mis padres en la terraza del Café Luna, que tenía uno de esos toldos que cubren diez filas de mesas, o sea, preciosísimo, inmenso, que venía desde altísimo, bajaba hasta casi nuestra altura y había filas y filas de mesas. En nuestra mesa redonda del Café Luna siempre había una jarrita de cristal con agua, también redonda por debajo, y un cierre como de baquelita de color marrón. Mis padres siempre tomaban café allí. A papá le encantaba y pedía un café exprés. Debía ser que en esos años 50 apareció el café exprés, no sé. Entonces a mi hermana Maite y a mí nos pedían un Cacaolat que nos repartían para las dos. Después íbamos a dar de comer a las palomas y a jugar con otros niños. NUESTRO PADRE A Maite, a José Manuel y a mí nos gustaban las historias que nos contaba mi padre sobre las piezas que había traído de Guinea, donde había estado 11 años. Tenía fetiches y muchísimas cosas de allí. Le encantaba hablarnos del mundo de los animales, de las serpientes, y los elefantes.A nosotros, niños, eso nos encantaba. Mamá, tenía un bolso muy grande de piel de cocodrilo, que supuestamente había sido cazado por Papá. También teníamos una alfombra de leopardo que conservaba la cabeza y los colmillos. Incluso él bailaba muy bien las danzas nativas y nos contaba historias sobre los brujos de Guinea. Mi hermana Maite lo vivió todo tan intensamente que yo creo que sentía verdadera adoración por ese misterioso mundo con el que siempre nos regalaron los oídos. De hecho, los tres hermanos tenemos en cada casa, el rincón de Guinea, que seguimos manteniendo con las fotos de mi padre con salacot o las lanzas envenenadas con las que cazaban los nativos. Desde la felicidad de mis padres, la vida de allí nos la contaban de una manera que nosotros vivíamos entusiasmados. NUESTRA MADRE Mi madre era muy, muy divertida. Mi abuela, mi madre y Maite no podían negar la transmisión de genes de una a otra. Tres generaciones cada cual mejor de animadas, divertidas, positivas, creativas e irónicas, especialmente mi abuela. Desde que nacimos y hasta nuestros 15 años, vivía con nosotros Rosario, de Sabiñán, que trabajaba en casa, pero para mi madre era como una amiga. Era la que le unía a ese mundo de pueblo que ella adoraba especialmente. Entró en casa cuando nació Maite, y siempre estuvo muy unida a ella, protegiéndola siempre. Recuerdo a Maite y a mí jugando, a Rosario planchando y a mamá pintando con acuarelas. Las dos intentábamos imitarla, seguramente fue entonces cuando a mi hermana le picó el gusanillo de la pintura. SABIÑÁN Los tres meses de verano nos mandaban a Sabiñán con mis abuelas, que en realidad eran dos hermanas, una casada y sin hijos, la otra era la madre de mi madre, a su vez hija única. Mi abuela era muy, muy recta y nos enseñaba a coser, hacer ganchillo, bolillos o bordados. Todos los días nos obligaban después de comer, durante dos horas, a hacer labores. No nos dejaban volver a jugar hasta terminarlas. Aunque era una obligación, los recuerdos no pueden ser mejores. A Maite le encantaba eso y nos motivábamos viendo a cuál le quedaba más bonito. Éramos un poco teatreras. Hacíamos nuestros cánticos con La Chona, que nos decía: «Las niñas que bajen al patio y que hagan las comedias». Nosotras imitábamos lo que hacían los comediantes que venían a los pueblos y entonces bailábamos. Maite era genial porque lo pillaba todo a la primera, los bailes, los cánticos, muy graciosa y muy espontánea con todo y me provocaba tanta risa y nos sentíamos tan bien.Vivíamos todo como si estuviéramos adosadas la una a la otra y

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