In memoriam de tu gran alma de artista: Teresa Sarto

INMEMORIAM DE TU GRAN ALMA DE ARTISTA 106 CAPÍTULO 2 La inmensa obra artística de Teresa Sarto será, sin duda alguna, glosada convenientemente por conocedores expertos; pero lo que en este momento me interesa es señalar cómo ella supo integrarse en ese camino hipotético que había yo señalado en el párrafo anterior. Puesto que desde entonces se han sucedido en nuestra universidad múltiples exposiciones de alumnos y maestros, habiéndose llegado a crear un Espacio de Arte Experimental en cuya génesis Teresa Sarto tuvo un papel cercano a lo decisivo. Precisamente en esa circunstancia fue cuando trabé un conocimiento mucho más profundo de la personalidad de Teresa Sarto, pues fue entonces cuando se transformó en Maite. Es decir, cuando crucé esa delgada pero ardua línea que separa el contacto profesional (por profundo que fuera) con la amistad. Y fue entonces cuando Maite se nos apareció como la alegría personificada, como el espíritu del goce de vivir, como una magna mater benévola que derramaba esa alegría que le sobraba allá por donde pasaba y que era profundamente contagiosa. Ver a Maite en cualquier circunstancia siempre te encendía la sonrisa y al cabo de poco tiempo, la risa incontenible. No es extraño que entre tanta alegría manara de su personalidad todo ese arte al que me he referido. Arte que derramaba en todo lo que tocaba, desde los lienzos a la cocina pasando por el ambiente cálido que se respiraba en su domicilio y que tuve ocasión de disfrutar múltiples veces. Alegría y arte: la acabada síntesis de lo que era Maite. Cuando conocí la enfermedad de Maite se me reveló otra increíble faceta de su arrolladora personalidad: cómo era capaz de convivir con el mal llegando incluso a reírse y a bromear con ello de manera que quienes la conocíamos veíamos que no era una pose, sino simplemente la aceptación del hecho por su lado lúdico, sin pretensiones ejemplarizantes. Pretensiones que a ella, sin duda, le habrían resultado francamente aburridas. Y ahora, glosemos lo dicho por don Antonio Machado a propósito de don Francisco Giner de los Ríos: «Lleva el que deja, y vive el que ha vivido». Trasladándolo a nuestra Maite: Se llevó la espléndida obra de Teresa Sarto y la bendita alegría que derramó sobre quienes tuvimos el privilegio de conocerla. Y vivió; tanto, que su simple recuerdo nos dibuja en la cara esa misma sonrisa a la que antes me he referido. Enrique Battaner

RkJQdWJsaXNoZXIy MjM4MTQz