In memoriam de tu gran alma de artista: Teresa Sarto

TERESA SARTO 155 EPISTOLARIO Manuela Zarza Querida Maite: Ayer, 25 de enero de 2020, fue un día especial para mí. Siempre he tenido la necesidad de creer que los seres queridos que ya no están entre nosotros, desde un lugar privilegiado, nos observan y protegen, que le dan un toque de atención al ángel de la guarda que se nos tiene asignado cada vez que necesitamos ayuda. No me cuestiono nada, simplemente, lo creo. Ayer bautizamos a mi querido nieto Domingo. Lo bautizamos en Madrid, en una catedral ortodoxa. Quiero compartir contigo ese día y hablarte de una invitada especial. Entró en la catedral de la mano de su abuelo Eusebio, muy orgullosa y segura de sí misma, un gesto que he visto en mis nietos Alma y Domingo muchas veces, esa seguridad que da la inocencia y la tranquilidad de sentirse protegidos por los suyos. Se percibía el cariño y la complicidad entre abuelo y nieta, que me produjeron un sentimiento de mucha ternura. Como ya sabes, te hablo de Lola. Entró, nos besó, habló con todos, besó también a Domingo a Alma y a su hermano Ian, compartió con ellos sus galletas y muy digna siguió toda la ceremonia. Con mucho interés estuvo atenta al ritual del agua, a los cantos y oraciones del sacerdote, al ungimiento con aceites de pies, manitas y cabeza… Sigue siendo una muñequita, como en las fotos que me enviabas con regularidad, estaba preciosa. No sé a quién se parece, seguro que tiene los ojos del padre, la sonrisa de la madre… da igual, lo que sí vi en sus ojos fue el espíritu de su abuela y a una niñita feliz agarrada de la mano de su abuelo; pero estoy segura que todo esto lo viste desde un lugar privilegiado. Te doy un beso. Tu cuñada Manuela.

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