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haya sido concebido o experimentado con anterioridad, ya sea un detonante conceptual o un estímulo

visual, si se quiere, y a partir del cual sentimos el impulso de crear.

Según esta visión, se debería generar primero una imagen mental a partir de algún elemento extraído de

nuestra experiencia directa con la realidad (ya sea objeto, sensación o emoción) sobre el que queremos

proyectar nuestro particular punto de vista, nuestro propio comentario o nuestra particular poética. Sin em-

bargo, puede que esas imágenes mentales previas aún no tengan una forma concreta en la mente del cre-

ador. Quizás, en ese primer momento, tengamos claro sobre lo que queremos hablar, pero es posible que

aún no sepamos cómo elaborar un discurso consecuente en torno a esa idea.

Para ello, y siguiendo lo que parecería un proceso lógico de construcción plástica, el creador debería

convertir esas ideas abstractas en imágenes concretas, ya sobre el papel, de forma similar al modo en que

un arquitecto proyecta sus ideas a través del plano de un edificio. Los bocetos de los artistas irían también

en esa misma línea. Y finalmente, a través del uso adecuado de una determinada técnica o de un conjunto

de técnicas, esas imágenes podrían convertirse en un proyecto final, de igual modo que, siguiendo con el

ejemplo anterior, para un arquitecto la obra acabada no se concretaría hasta que el edificio no se ha

levantado físicamente, realizando para ello la pertinente toma de decisiones en torno a los materiales utili-

zados, calidades o técnicas que serán las que le den la apariencia final a la obra. Del mismo modo, en el

arte plástico, la materialización de esa idea no culmina hasta que no nos apropiamos de una determinada

técnica gráfica, elegida como la más adecuada, para dar forma concreta a las imágenes que han sido pre-

viamente abocetadas. Este paso se produce durante el proceso metodológico de concreción formal de

esas ideas, es decir, en la transferencia de los conceptos de la mente a la mano y, por ende, al soporte fi-

nal.

Ése podría ser, pues, el proceso lógico de toda creación plástica: comenzar a explorar mentalmente una

idea y acotarla desde el plano conceptual, utilizar una metodología adecuada para convertir esas ideas

abstractas en imágenes concretas y, finalmente, materializarlas a través de una determinada técnica. Según

este punto de vista, sólo cuando nos apropiamos de la técnica o técnicas elegidas para dar forma final a

nuestras imágenes mentales, de una forma subjetiva y personal, logramos transformar cualquier disciplina

plástica en un verdadero lenguaje, articulado de una forma propia, para expresarnos a través de ella con

nuestra propia voz. Todo proceso creativo consiste pues, en buena medida, en encontrar esa voz personal

que sólo puede manifestarse a través del uso adecuado de un lenguaje o de una técnica determinada. Úni-

camente así (convirtiendo la técnica en estilo propio, en poética o en discurso), lograremos articular nuestra

particular manera de expresar plásticamente las ideas que nos sobrevuelan.

Sin embargo, y en contra de lo que suele suponerse, este proceso creativo del que hablamos, no siempre

resulta tan lógico y secuencial como podría parecer, ni tampoco tiene una única manera de manifestarse.

En la práctica, podemos decir que existen tantos modos creativos de operar como creadores los acometen.

De hecho, en muchos casos, el proceso creativo se invierte sin solución de continuidad, sobre todo cuando

el creador no responde de forma lógica a la metodología antes descrita. En este sentido, no son pocos los

creadores que se mueven en primera instancia más en el terreno de lo intuitivo que de lo racional. Para ello,

muchos de ellos se sirven inicialmente de la técnica como un juego visual-verbal que es el que les sirve de

estímulo para arrancar y poner en marcha su maquinaria creadora. A partir de ese juego con la técnica,

estos autores irán destilando poco a poco una serie de imágenes, cuya concreción formal les servirá para

construir la idea final que quieren transmitir y para desarrollarla ya plenamente a través de un proyecto

completo.

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