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Entrenando el pensamiento creador

Propuestas artísticas en torno a un caparazón de gliptodonte

1. La creación: ¿una cuestión de musas o sólo una cuestión de práctica?

El asunto de la creatividad se ha convertido en una incógnita ancestral y en un misterio difícil de desentrañar

para los investigadores de la mente. La creación ha sido tradicionalmente un objeto de estudio escurridizo

para el entendimiento humano. La razón radica en que la creatividad ha resultado difícil de medir o de iden-

tificar para la ciencia. No en vano, los esfuerzos dedicados al estudio de las distintas fases del proceso cre-

ativo han arrojado resultados más bien pobres en el ámbito de la psicología y de los estudios de la mente.

En ocasiones, al tratar de describir las fases o los mecanismos por los que se produce o se crea una obra

artística, los descubrimientos alcanzados han sido poco concluyentes, o incluso, contradictorios entre sí.

Aunque suene a tópico, muchos autores consideran que la clave en el problema de la creatividad parece

encontrarse en esa sempiterna cuestión a la que la ciencia aún no ha sabido dar respuesta: ¿el artista nace

o se hace? ¿La creatividad, por tanto, es un don innato o, por el contrario, es sólo el resultado de la práctica

o el entrenamiento?

Sin embargo, puestos a profundizar aquí en el tema de la creatividad, debemos distanciarnos un poco de

esos tópicos manidos. Lo primero que hay que tomar en consideración es que la enseñanza de todo

proceso creativo no se basa ni mucho menos en el adoctrinamiento ni en la repetición de esquemas, ya sea

a través del adiestramiento del ojo o del entrenamiento de la mano para alcanzar cierta destreza técnica (o

maestría), al menos, en lo que a las artes plásticas se refiere. Para visualizar más claramente la diferencia

entre creación artística y virtuosismo técnico, podemos extrapolar ciertos métodos utilizados en la enseñanza

de las artes visuales a otros ámbitos de conocimiento (como la música, por ejemplo), para así entrever

ciertos paralelismos formales y conceptuales. Al igual que un músico precisa de un número ingente de

horas de ensayo y repetición para ejecutar con corrección y maestría una pieza musical compleja, en el

ámbito plástico, este apartado específico del aprendizaje del lenguaje también podría compararse con el

desarrollo de habilidades gráficas y manuales que están directamente destinadas a conseguir el control y

el dominio de algunas de las distintas técnicas del dibujo, la pintura o la escultura. Sin embargo, no

debemos pararnos sólo ahí, en el dominio exclusivo del lenguaje, ya sea musical o visual. Porque, al igual

que existen diferencias significativas entre un buen ejecutante musical y un buen compositor, también po-

dríamos establecer a su vez esas mismas diferencias sustanciales entre un buen dibujante y un buen

creador. Además de la destreza manual, un artista precisa también de recursos mentales para desarrollar

su trabajo en ámbitos que ya no se ciñen exclusivamente al terreno del virtuosismo técnico o al del dominio

de una determinada disciplina. Más que como adquisición de la destreza manual necesaria para dibujar, el

arte de la creación debe entenderse, como bien apuntaba Leonardo da Vinci, como una “cosa mentale”.

El pensamiento creador va siempre más allá de la buena ejecución de un dibujo o una pintura, aunque, na-

turalmente, también deba contar obligatoriamente con su concurso para completar la obra. En consecuencia,

debe quedar bien claro que la capacidad para pintar o dibujar con destreza, o para copiar correctamente

del natural, no supone necesariamente el salvoconducto para convertirse en un buen creador. En este

campo, en el de la creación artística, siempre se requiere algo más.

En nuestro caso –el de arte plástico–, el aprendizaje de habilidades para desarrollar el pensamiento creativo

no tiene tampoco un único camino de desarrollo. Existen múltiples estrategias para que el proceso de la

creación se elabore adecuadamente en la mente del artista y se materialice eficazmente a través de su

obra. Aún así, parece que, a priori, el modo aparentemente lógico para elaborar una obra artística implica

la construcción de una idea primigenia en la cabeza del creador (como un chispazo), en torno a algo que

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